“Hombre
es el que llega a conocer el amor, no el que lo busca sin descanso”
En el
norte enero siempre había sido frió, claro que a él no le
preocupaba eso, no podía sentir el frio, ni el calor. Él ya estaba
muerto, había pasado ya quinientos años vagando como un condenado
antes de llegar a la silla, para que lo ejecutaran, pero él nunca
llegaría a la silla, él nunca moriría, el no conocería el sentido
de vivir. Él era un vampiro.
Dorian
Fovel. Ya había pasado tres meses jugando con gente más poderosa
que él, poniendo en peligro al amor de su no-vida, incluso jugando
su propio cuello por puro orgullo.
Tres
meses siendo frio y calculador con ella, tres meses con miedo a las
consecuencias, tres meses sin saber qué hacer, como actuar. Tres
meses actuando con su querida Victoria, como actuaria con cualquier
mujer hace tan solo doscientos cincuenta años, quizás algunos años
mas. Ella no era cualquiera, ella era especial, única, al menos para
él, ella había confiado en él, cerrando todas sus cicatrices
abiertas, comprendiéndole, la única que no le había temido.
Las
dos semanas que llevaba encerrado en aquella celda, en algún punto
desconocido de un mapa, encadenado de pies, manos y cuello a una
pared, con quemaduras por las cadenas, cansado de gritar, suplicar y
esperar a que lo liberasen. Cansado por la falta de sangre.
Esperaba
cabizbajo, dejando que su cabeza cayera atada por una cadena,
apoyando el mentón contra el pecho. Alzo la cabeza cuando la puerta
se abrió, por quinta vez esa semana, y solo era jueves, Dorian
esbozo una sonrisa, la cual dejaba ver sus perlados y afilados
colmillos, la cual recordaba a la de un lobo feroz, a punto de
comerse a una niña indefensa, quizás a un corderito o puede que
inspirando miedo a otro lobo. Stelian Bones, el único vampiro
conocido por su brazo de esqueleto, acabada de entrar en su celda,
enfundado en un elegante traje hecho a medida, negro con finas rayas
plateadas, no era el clásico vampiro, aun así era de belleza
antigua, su barba y su corte de pelo le daban un aire de hombre
pudiente del siglo diecinueve.
-¡Oh!
Genial sesión de tortura con míster huesitos-la voz de Dorian
sonaba con sarcasmo, un sarcasmo hiriente para alguien con
sentimientos, el cual solo enfurecía a Stelian-por favor tortúrame
suavemente que hoy estoy algo sensible, ya sabes.
-No
creo que estés en posición de bromear, sanguijuela
inmunda.-vociferó Stelian-Es mas no vengo a torturarte, esta vez
no, solo he venido a traerte la comida y a soltarte esa cadena del
cuello.
Stelian
se acercó hasta Dorian, tan dolo para soltar el grillete de su
cuello, y el resto de las cadenas, fue demasiado rápido en tirar al
débil vampiro al suelo, enroscó las cadenas en su torso, dejando
sus brazos aprisionados con dichas, la melena negra de Dorian cayo
tapándole la cara, dejo las piernas estiradas, aun así no podía
hacer mucho con ellas, estaba demasiado cansado, Stelian soltó una
carcajada, en su día, Dorian había seguido de cerca los pasos de su
padre, siendo el vampiro más poderoso, cuando este murió, Stelian
lo conoció, en aquella época, y ahora, no era más que una
sanguijuela débil y demacrada por el hambre.
-Su
sangre, Conde-Bromeo Stelian arrojando una botella llena de sangre a
los pies de Dorian, manchando el suelo y sus rodillas.
Entre
carcajadas Stelian salió de la celda, dejando allí a Dorian con
Sangre manchando hasta sus rodillas, empapando el suelo, sus ropas,
más bien aquellas ropas de un material similar al cuero que le
habían puesto, no tardo en notar como sus colmillos crecían por
primera vez desde hacía meses, lo cual le hizo gritar de dolor.
Se
echó hacia delante todo lo que pudo, hasta que con su afilada y
larga lengua lamio la sangre del suelo, bebiendo esta, era lo más
delicioso que probaba en meses, cuando estaba junto a Victoria, lo
máximo que comía era sangre animal, aquella no, era humana, ese
sabor tan aditivo, tan inspirador, tan delicioso. No dejo de lamer en
suelo e incluso su ropa, no paro hasta que toda la sangre había
desaparecido, se apoyó contra la pared, dejando que su melena negra
le tapara la cara.
Dorian termino sumergido
en su sepulcral silencio, como todo el tiempo que llevaba allí
encerrado, sus ardientes ojos de un rojo brillante como la sangre,
se cerraron, para que él pudiera entrar en la meditación que los
vampiros utilizaban para descansar o simplemente “dormir”. Cada
día su cuerpo estaba más pesado, más cansado, y aun así se
obligaba a si mismo a burlarse de sus cazadores, a seguir vivo un día
mas, solo por esperar a que ella lo encontrara, o eso esperaba,
Victoria era capaz de muchas cosas sobre todo de dar con él, ¿acaso
no estaban ya conectados desde aquel mordisco?
Dorian no tardo en
decepcionarse con esa idea, un vampiro podía dar con una persona con
solo probar una gota de sangre de su víctima, aun así los humanos
no podían, ellos se limitaban a estar conectados con el vampiro, a
sentir lo que el sintiera si se concentraban, pero no a saber dónde
estaba, después de todo, no pueden seguir un rastro.
Dejo que su cabeza
cayera, clavando el mentón sobre sus clavículas, las quemaduras que
los grilletes le habían creado en el cuello y las muñecas, aun
le molestaban, aun así pronto Dorian comenzó a notar, como iban
desapareciendo. No podía mantener los ojos cerrados, los abrió
clavándoles en el suelo con movimientos pesados y cansados.
<< ¿Dónde
demonios estas, Victoria? Sé que sigues viva, eres fuerte, pero
¿Dónde demonios estas?>>Aquel pensamiento le hacía
imposible intentar entrar en ese trance, ella era su humana, la
quería, estaba preocupado por ella. << Mejor
pensado no quiero saber dónde está, porque seguramente, esa
fierecilla este jugándose el cuello por encontrarme ¿por qué no la
dije nada?>>
La aterciopelada voz de
Dorian invadía su propia mente, distrayéndole, estaba volviéndose
loco, lo tenía muy claro, sobre todo por que empezaba a tener unas
horribles pesadillas recurrentes en las que sus actos y matanzas
pasadas se repetían una y otra vez, aquello incluso le quitaba el
hambre, aun así lo peor era que no podía olvidar al Doctor Strauss,
el e había encontrado, y en su familia le habían tenido como un
amigo cercano a ellos, incluso conoció a Victoria el mismo día de
su nacimiento, cuando era niña se divertía viéndola, imitándola,
tomándola el pelo, incluso haciendo las veces de niñero, aquella
niña era tan curiosa, le despertó la curiosidad en cuanto poso sus
ojos en él, aquellos enormes ojos de un verde azulado meloso, era un
color dulce, no comparable al rojo ardiente pero frio de los suyos,
pronto, para él demasiado pronto, aquella niña creció, creció
rápido y se convirtió en la hermosa joven que dejaba sin aliento a
muchos, pero aun así que vivía enamora de él, una bestia, como en
aquel cuento, ella era una joven bella y frágil y él una terrible
bestia, y aun así se quisieron y amaron hasta el final, <<esto
no es un cuento>> se auto recordó cortando el hilo
de la historia que estaba repasando.
No hacia mucho había
sido el cumpleaños de Victoria y como regalo él, que la conocía
muy bien, la había regalado un revolver con una frase grabada en el
cañón, Dorian apenas ya recordaba la frase, pero si recordaba con
exactitud todos los días que Victoria y él habían pasado en una
galería de tiro, quizás fuera demasiado pesado para ella, pero
pronto la practica la hizo utilizar aquel arma con precisión.
-Victoria…-mascullo el
vampiro con la pena que le rondaba ya hacía días, semanas, quizá
más.
Dorian cerró los ojos,
estaba psicológicamente roto, algo que parecía increíble a su
edad, pero físicamente agotado y eso era realmente lo que le
atormentaba.
-¿Cuándo
naciste? ¿Qué edad tienes? ¿eres más viejo que papá?-las
preguntas de Victoria, me atacaban por todos lados-¿A ti se te
cayeron los dientes? cuando sea mayor ¿seremos aun amigos?
No
tenía más de siete años, un par de trenzas recogiendo su melena y
por caérsele tarde a falta de cuatro dientes, lo cual hacia que
cuando sonreía yo no podía evitar estallar en carcajadas, y ella
solo se tapaba la boca con ambas manos y me llamaba tonto por reírme
de ella. Nunca contestaba a sus preguntas pero aquella primavera fue
diferente, aquella mañana, llegue a comprender, que igual que ella,
yo también había sido niño, y me castigaba contestando a preguntas
tan tontas como esas, preguntas propias de alguien como Victoria.
-Nací
hace muchos años, sí soy más viejo que tu padre, como a todos los
niños, sí.-me arrodille frente a ella, envolviendo sus manos entre
las mías, y me obligue a sonreírla, como ella hacia siempre
conmigo-espero que seamos amigos cuando usted crezca señorita
Strauss.
Siempre
que la llamaba así se reía, decía que solo yo la llamaba “señorita
Strauss” y que era un tipo muy raro, aquella niña me cambio, y
ahora soy así, cuantos crímenes me han vuelto una bestia, un
monstruo para los míos y esa mocosa en apenas quince años logro
ganarse mi afecto y volverme una especie de dócil y obediente
mascota, un amigo, un hermano mayor, el príncipe azul que ella
esperaba.
Aún
recuerdo cuando me tocaba cuidar de Victoria, las noches velando su
sueño, todos los cuentos de hadas que a regañadientes la leía,
ella me obligaba a leerlos, y nunca fui capaz de negárselo, cuando
me tocaba cocinar y ella me hacía mezclar dulces con la comida y
luego al final yo la molestaba poniéndolo y arruinando los platos,
para rehacerlos bien después, incluso recuerdo cuando en una navidad
que su padre tenía trabajo, como me quede a su lado, decorando,
leyendo, cocinando todo por y para ella.
Y
ahora cuando ella ya tiene los veinte, ¿qué me considera? ¿Un
amante? ¿un hermano?¿un amigo?¿un sirviente?
Me
culpare siempre si no la vuelvo a ver, si no puedo volver a decirla
te quiero, o un simple quiero estar la eternidad a tu lado. ¿Qué
haría entonces? ¿Qué hare si no la vuelvo a tener cerca?
Todo aquel monologo consigo mismo le
hizo suspirar, manteniendo los ojos cerrados, empezando a notar la
calma de su entorno actual, todo aquel silencio, las alucinaciones
habían vuelto a empezar, una sugerente voz femenina le hizo abrir
los ojos y clavarlos en la figura que había frente a él.
-¡Victoria!-grito.
Como siempre ella desapareció, no era
real, solo una imagen, un vástago de memoria. Las siguientes
alucinaciones, le hicieron estallar en unas histéricas risotadas,
algunas eran terroríficas, otras eran algo más extrañas, y otras
se limitaban a tener parecido con seres queridos que había tenido y
perdido, los cuales le recordaban que no debía hacer, porque no les
había salvado, otras solo eran productos de su propio miedo, esas
ultimas se limitaban a volverl loco de rabia, de pena y de angustia,
pues solían ser la aparición de Victoria pidiéndole ayuda, o
preguntándole por que no la había salvado.
Dorian había perdido su temple, se
había sumergido en su silencio, intentando probarse diferentes
teorías, intentando convencerse de que todo iba bien, de que ella
seguía viva, de que pronto la vería de nuevo, de que todo aquello
terminaría.
A penas había pasado tiempo desde que
Stelian le había traído la comida, aun así el hambre, quizás la
gula, le habían atrapado de nuevo, quería más sangre, necesitaba
más sangre o podría terminar muriendo de hambre o de cualquier
cosa, o solo estar lo bastante débil para que pudieran acabar con su
no-vida.
El agotamiento pudo con él demasiado
pronto, la última vez que Dorian cerro los ojos, no tardo en caer en
ese estado de trance que los vampiros utilizaban como cambio por el
sueño de los humanos, al final ellos no podían tener ese descanso,
la eterna broma de vivir con la angustia de la vida, pero no obtener
el descanso y la paz de la muerte, pasar una eternidad planteando qué
sentido tiene una vida eterna, si a partir de los quinientos años te
empiezas a aburrir.
Al menos a él le había
pasado, cumplió los quinientos años y todo se volvió aburrido,
monótono y cargante, años más tarde, había conocido al padre del
doctor Strauss, luego había coincidido con el padre de Victoria hijo
de este y más tarde con la propia Victoria, la última Strauss con
la que había tratado.
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