lunes, 1 de septiembre de 2014

Capítulo dos-El vampiro que se convirtió en hombre.

Hombre es el que llega a conocer el amor, no el que lo busca sin descanso”

En el norte enero siempre había sido frió, claro que a él no le preocupaba eso, no podía sentir el frio, ni el calor. Él ya estaba muerto, había pasado ya quinientos años vagando como un condenado antes de llegar a la silla, para que lo ejecutaran, pero él nunca llegaría a la silla, él nunca moriría, el no conocería el sentido de vivir. Él era un vampiro.
Dorian Fovel. Ya había pasado tres meses jugando con gente más poderosa que él, poniendo en peligro al amor de su no-vida, incluso jugando su propio cuello por puro orgullo.
Tres meses siendo frio y calculador con ella, tres meses con miedo a las consecuencias, tres meses sin saber qué hacer, como actuar. Tres meses actuando con su querida Victoria, como actuaria con cualquier mujer hace tan solo doscientos cincuenta años, quizás algunos años mas. Ella no era cualquiera, ella era especial, única, al menos para él, ella había confiado en él, cerrando todas sus cicatrices abiertas, comprendiéndole, la única que no le había temido.
Las dos semanas que llevaba encerrado en aquella celda, en algún punto desconocido de un mapa, encadenado de pies, manos y cuello a una pared, con quemaduras por las cadenas, cansado de gritar, suplicar y esperar a que lo liberasen. Cansado por la falta de sangre.
Esperaba cabizbajo, dejando que su cabeza cayera atada por una cadena, apoyando el mentón contra el pecho. Alzo la cabeza cuando la puerta se abrió, por quinta vez esa semana, y solo era jueves, Dorian esbozo una sonrisa, la cual dejaba ver sus perlados y afilados colmillos, la cual recordaba a la de un lobo feroz, a punto de comerse a una niña indefensa, quizás a un corderito o puede que inspirando miedo a otro lobo. Stelian Bones, el único vampiro conocido por su brazo de esqueleto, acabada de entrar en su celda, enfundado en un elegante traje hecho a medida, negro con finas rayas plateadas, no era el clásico vampiro, aun así era de belleza antigua, su barba y su corte de pelo le daban un aire de hombre pudiente del siglo diecinueve.
-¡Oh! Genial sesión de tortura con míster huesitos-la voz de Dorian sonaba con sarcasmo, un sarcasmo hiriente para alguien con sentimientos, el cual solo enfurecía a Stelian-por favor tortúrame suavemente que hoy estoy algo sensible, ya sabes.
-No creo que estés en posición de bromear, sanguijuela inmunda.-vociferó Stelian-Es mas no vengo a torturarte, esta vez no, solo he venido a traerte la comida y a soltarte esa cadena del cuello.
Stelian se acercó hasta Dorian, tan dolo para soltar el grillete de su cuello, y el resto de las cadenas, fue demasiado rápido en tirar al débil vampiro al suelo, enroscó las cadenas en su torso, dejando sus brazos aprisionados con dichas, la melena negra de Dorian cayo tapándole la cara, dejo las piernas estiradas, aun así no podía hacer mucho con ellas, estaba demasiado cansado, Stelian soltó una carcajada, en su día, Dorian había seguido de cerca los pasos de su padre, siendo el vampiro más poderoso, cuando este murió, Stelian lo conoció, en aquella época, y ahora, no era más que una sanguijuela débil y demacrada por el hambre.
-Su sangre, Conde-Bromeo Stelian arrojando una botella llena de sangre a los pies de Dorian, manchando el suelo y sus rodillas.
Entre carcajadas Stelian salió de la celda, dejando allí a Dorian con Sangre manchando hasta sus rodillas, empapando el suelo, sus ropas, más bien aquellas ropas de un material similar al cuero que le habían puesto, no tardo en notar como sus colmillos crecían por primera vez desde hacía meses, lo cual le hizo gritar de dolor.
Se echó hacia delante todo lo que pudo, hasta que con su afilada y larga lengua lamio la sangre del suelo, bebiendo esta, era lo más delicioso que probaba en meses, cuando estaba junto a Victoria, lo máximo que comía era sangre animal, aquella no, era humana, ese sabor tan aditivo, tan inspirador, tan delicioso. No dejo de lamer en suelo e incluso su ropa, no paro hasta que toda la sangre había desaparecido, se apoyó contra la pared, dejando que su melena negra le tapara la cara.
Dorian termino sumergido en su sepulcral silencio, como todo el tiempo que llevaba allí encerrado, sus ardientes ojos de un rojo brillante como la sangre, se cerraron, para que él pudiera entrar en la meditación que los vampiros utilizaban para descansar o simplemente “dormir”. Cada día su cuerpo estaba más pesado, más cansado, y aun así se obligaba a si mismo a burlarse de sus cazadores, a seguir vivo un día mas, solo por esperar a que ella lo encontrara, o eso esperaba, Victoria era capaz de muchas cosas sobre todo de dar con él, ¿acaso no estaban ya conectados desde aquel mordisco?
Dorian no tardo en decepcionarse con esa idea, un vampiro podía dar con una persona con solo probar una gota de sangre de su víctima, aun así los humanos no podían, ellos se limitaban a estar conectados con el vampiro, a sentir lo que el sintiera si se concentraban, pero no a saber dónde estaba, después de todo, no pueden seguir un rastro.
Dejo que su cabeza cayera, clavando el mentón sobre sus clavículas, las quemaduras que los grilletes le habían creado en el cuello y las muñecas, aun le molestaban, aun así pronto Dorian comenzó a notar, como iban desapareciendo. No podía mantener los ojos cerrados, los abrió clavándoles en el suelo con movimientos pesados y cansados.
<< ¿Dónde demonios estas, Victoria? Sé que sigues viva, eres fuerte, pero ¿Dónde demonios estas?>>Aquel pensamiento le hacía imposible intentar entrar en ese trance, ella era su humana, la quería, estaba preocupado por ella. << Mejor pensado no quiero saber dónde está, porque seguramente, esa fierecilla este jugándose el cuello por encontrarme ¿por qué no la dije nada?>>
La aterciopelada voz de Dorian invadía su propia mente, distrayéndole, estaba volviéndose loco, lo tenía muy claro, sobre todo por que empezaba a tener unas horribles pesadillas recurrentes en las que sus actos y matanzas pasadas se repetían una y otra vez, aquello incluso le quitaba el hambre, aun así lo peor era que no podía olvidar al Doctor Strauss, el e había encontrado, y en su familia le habían tenido como un amigo cercano a ellos, incluso conoció a Victoria el mismo día de su nacimiento, cuando era niña se divertía viéndola, imitándola, tomándola el pelo, incluso haciendo las veces de niñero, aquella niña era tan curiosa, le despertó la curiosidad en cuanto poso sus ojos en él, aquellos enormes ojos de un verde azulado meloso, era un color dulce, no comparable al rojo ardiente pero frio de los suyos, pronto, para él demasiado pronto, aquella niña creció, creció rápido y se convirtió en la hermosa joven que dejaba sin aliento a muchos, pero aun así que vivía enamora de él, una bestia, como en aquel cuento, ella era una joven bella y frágil y él una terrible bestia, y aun así se quisieron y amaron hasta el final, <<esto no es un cuento>> se auto recordó cortando el hilo de la historia que estaba repasando.
No hacia mucho había sido el cumpleaños de Victoria y como regalo él, que la conocía muy bien, la había regalado un revolver con una frase grabada en el cañón, Dorian apenas ya recordaba la frase, pero si recordaba con exactitud todos los días que Victoria y él habían pasado en una galería de tiro, quizás fuera demasiado pesado para ella, pero pronto la practica la hizo utilizar aquel arma con precisión.
-Victoria…-mascullo el vampiro con la pena que le rondaba ya hacía días, semanas, quizá más.
Dorian cerró los ojos, estaba psicológicamente roto, algo que parecía increíble a su edad, pero físicamente agotado y eso era realmente lo que le atormentaba.
-¿Cuándo naciste? ¿Qué edad tienes? ¿eres más viejo que papá?-las preguntas de Victoria, me atacaban por todos lados-¿A ti se te cayeron los dientes? cuando sea mayor ¿seremos aun amigos?
No tenía más de siete años, un par de trenzas recogiendo su melena y por caérsele tarde a falta de cuatro dientes, lo cual hacia que cuando sonreía yo no podía evitar estallar en carcajadas, y ella solo se tapaba la boca con ambas manos y me llamaba tonto por reírme de ella. Nunca contestaba a sus preguntas pero aquella primavera fue diferente, aquella mañana, llegue a comprender, que igual que ella, yo también había sido niño, y me castigaba contestando a preguntas tan tontas como esas, preguntas propias de alguien como Victoria.
-Nací hace muchos años, sí soy más viejo que tu padre, como a todos los niños, sí.-me arrodille frente a ella, envolviendo sus manos entre las mías, y me obligue a sonreírla, como ella hacia siempre conmigo-espero que seamos amigos cuando usted crezca señorita Strauss.
Siempre que la llamaba así se reía, decía que solo yo la llamaba “señorita Strauss” y que era un tipo muy raro, aquella niña me cambio, y ahora soy así, cuantos crímenes me han vuelto una bestia, un monstruo para los míos y esa mocosa en apenas quince años logro ganarse mi afecto y volverme una especie de dócil y obediente mascota, un amigo, un hermano mayor, el príncipe azul que ella esperaba.
Aún recuerdo cuando me tocaba cuidar de Victoria, las noches velando su sueño, todos los cuentos de hadas que a regañadientes la leía, ella me obligaba a leerlos, y nunca fui capaz de negárselo, cuando me tocaba cocinar y ella me hacía mezclar dulces con la comida y luego al final yo la molestaba poniéndolo y arruinando los platos, para rehacerlos bien después, incluso recuerdo cuando en una navidad que su padre tenía trabajo, como me quede a su lado, decorando, leyendo, cocinando todo por y para ella.
Y ahora cuando ella ya tiene los veinte, ¿qué me considera? ¿Un amante? ¿un hermano?¿un amigo?¿un sirviente?
Me culpare siempre si no la vuelvo a ver, si no puedo volver a decirla te quiero, o un simple quiero estar la eternidad a tu lado. ¿Qué haría entonces? ¿Qué hare si no la vuelvo a tener cerca?
Todo aquel monologo consigo mismo le hizo suspirar, manteniendo los ojos cerrados, empezando a notar la calma de su entorno actual, todo aquel silencio, las alucinaciones habían vuelto a empezar, una sugerente voz femenina le hizo abrir los ojos y clavarlos en la figura que había frente a él.
-¡Victoria!-grito.
Como siempre ella desapareció, no era real, solo una imagen, un vástago de memoria. Las siguientes alucinaciones, le hicieron estallar en unas histéricas risotadas, algunas eran terroríficas, otras eran algo más extrañas, y otras se limitaban a tener parecido con seres queridos que había tenido y perdido, los cuales le recordaban que no debía hacer, porque no les había salvado, otras solo eran productos de su propio miedo, esas ultimas se limitaban a volverl loco de rabia, de pena y de angustia, pues solían ser la aparición de Victoria pidiéndole ayuda, o preguntándole por que no la había salvado.
Dorian había perdido su temple, se había sumergido en su silencio, intentando probarse diferentes teorías, intentando convencerse de que todo iba bien, de que ella seguía viva, de que pronto la vería de nuevo, de que todo aquello terminaría.
A penas había pasado tiempo desde que Stelian le había traído la comida, aun así el hambre, quizás la gula, le habían atrapado de nuevo, quería más sangre, necesitaba más sangre o podría terminar muriendo de hambre o de cualquier cosa, o solo estar lo bastante débil para que pudieran acabar con su no-vida.
El agotamiento pudo con él demasiado pronto, la última vez que Dorian cerro los ojos, no tardo en caer en ese estado de trance que los vampiros utilizaban como cambio por el sueño de los humanos, al final ellos no podían tener ese descanso, la eterna broma de vivir con la angustia de la vida, pero no obtener el descanso y la paz de la muerte, pasar una eternidad planteando qué sentido tiene una vida eterna, si a partir de los quinientos años te empiezas a aburrir.

Al menos a él le había pasado, cumplió los quinientos años y todo se volvió aburrido, monótono y cargante, años más tarde, había conocido al padre del doctor Strauss, luego había coincidido con el padre de Victoria hijo de este y más tarde con la propia Victoria, la última Strauss con la que había tratado.

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